NOSOTRAS, LAS MADRES…
Somos las primeras en darnos
cuenta de que algo le ocurre a nuestros hijos, podemos, con una sola mirada,
leerles sus pensamientos y conocer sus sentimientos. Nada se nos pasa
inadvertido.
Nada nos hace tan feliz como la alegría de nuestros
hijos, por ellos somos capaces de luchar sin caer en el cansancio ni en la
rendición. Siempre estamos alerta, vigilantes a sus semblantes, sufrimos cuando
ellos sufren, sus alegrías multiplican las nuestras. Por eso somos tan importantes, por nuestro amor incondicional, constante,
permanente… y es este amor tan poderoso el que engrandece a la especíe humana, capaz de amar sin límites.
Por estos motivos, todas las madres merecemos que todos los días del año nos
sintamos felices por contribuir a hacer de los hogares lugares seguros
y especiales y, por ser el cobijo permanente de nuestros hijos amados.
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